SEGUNDO
DESAFÍO
Un sonido constante hizo despertar de un
golpe a Nastia, era su alarma. Restregó sus ojos y dio un gran suspiro. Era
tiempo de ir a la secundaria, el último lugar donde ella quisiera estar, pero
de todas forma era al único donde debía ir cada día, cinco veces a la semana.
Buscó en su pequeño armario alguna falda
limpia para poder usar. Encontró una de cuadros amarillos claros que combinaba
perfectamente con una camiseta amarilla, y puso en ambos pies sus ballerinas de
color café.
Luego de desayunar, colgó su mochila en el
hombro izquierdo y caminó deprisa al paradero que estaba en dos calles de su
casa.
El autobús se detuvo para que Nastia subiera,
caminó por el pasillo con su mirada clavada en el suelo hasta llegar al último
asiento junto a la ventana.
Podía escuchar el murmurar de dos chicas
delante de ella, que la miraban a cada minuto, para otras personas salía ser
incomoda aquella situación, pero para Nastia era algo a lo cual estaba
acostumbrada.
El autobús se detuvo frente la secundaria y
los estudiantes bajaron sonriendo a los demás, los chicos se saludaban de la
mano o golpeándose con otros amigos y las chicas comenzaban a ponerse al día
inmediatamente de lo que había sucedido en sus emocionantes vidas adolecentes.
Por otro lado Nastia se aferró a la correa de
su mochila y se adentró a la tortura. Logró avanzar varios metros antes de que
las burlas comenzaran con su día, como todos los días.
-Hola bicho raro. –la chillona voz de una de
las porristas fue la primera burla.
-¿Qué estas usando? Debes dejar de ir al basurero por ropa. –su compañera pelirroja hablo esta vez.
-¿Qué estas usando? Debes dejar de ir al basurero por ropa. –su compañera pelirroja hablo esta vez.
-¡No la molesten! –Nastia se sorprendió al
oír esa frase. –No ven que su madre se gasta todo el dinero en hombres. –agregó
Inna destruyendo toda esperanza en Nastia.
Las burlas continuaron hasta los pasillos de
la secundaria, la única razón por las cuales cesaban era el timbre que indicaba
el ingreso a clases.
Rebuscó rápidamente entre sus libros del casillero y caminó rápidamente al salón.
Rebuscó rápidamente entre sus libros del casillero y caminó rápidamente al salón.
El profesor Vólkov entró justo detrás de
Nastia, comenzando con la clase de matemáticas al instante en que dejó su portafolio
en el escritorio.
-¿Realizaron la tarea de ayer? Hoy
revisaremos los ejercicios y atenderé dudas.
Todos abrieron el libro en la página
correspondiente y algunos comenzaron hacer los ejercicios faltantes velozmente.
Nastia era una chica aplicada, sacaba sobresalientes en todas sus materias,
aunque su vida no fuera la mejor de todas, eso no la desanimaba y mucho menos
causar que ella reprobara los cursos.
-¡Señorita Petrov! –la voz de profesor llamó
la atención de toda la clase, pero no la de Nastia. -¡ANASTASIA PETROV!
Nastia dio un respingo al oír la oscura voz
del profesor, quien estaba mirándola enfadado.
-La señorita Tamara necesita que vayas a su
oficina. –añadió.
Nastia sin decir una palabra tomó sus cosas y
se levantó de su pupitre, al pasar frente la pizarra vio una ecuación escrita.
-Equis es igual a 28. –masculló sin mirar al
profesor.
Todos la miraron como el bicho raro del cual
solían burlarse. El profesor acaba de escribir aquel ejercicio en el pizarrón,
segundos antes que el conserje interrumpiera la clase con el recado para
Nastia.
-Bien. Tienes un punto para el examen de la
próxima semana. –exclamó el profesor asombrado por la veloz capacidad mental
que tenía la chica de vestimenta extraña.
Él no sabía que Nastia terminaba sus exámenes
en veinte minutos aproximados, sin importar la cantidad de ejercicios, cada vez
su velocidad aumentaba , solo que siempre permanecía ahí, quieta en su asiento,
perdida en sus pensamientos, esperando que todos terminaran, no quería darles
una razón más para lo cual burlarse.
Al entrar en la oficina estudiantil se
encontró de frente con la secretaria del director Román y de la consejera
Tamara, no sabía porque está la estaba buscando. Hace un tiempo tuvo dos
sesiones, pero dejó de asistir cuando Tamara pretendía adentrarse en su vida y
conocer los secretos que Nastia escondía bajo su piel, algo de lo que no le
gustaba hablar. Quería que sus pensamientos, recuerdos e incluso problemas,
permanecieran tan guardados como los llevaba hasta ahora.
-¿La consejera? –preguntó manteniendo sus
puños prietos.
-Tuvo un problema en la biblioteca, si
quieres puedes buscarla allá.
Asintió.
La biblioteca estaba al pasar por la sala de
profesores, más allá de la oficina estudiantil, al girar a la izquierda
visualizo en el panel de informaciones que estaba pegado a la pared, un papel
con letras grandes y negras "Se
busca ayudante de limpieza". La idea de trabajar se había cruzado
varias veces por la mente de Nastia, pero todos los empleos significaba tener
contacto con las personas, este era diferente, no tenía que hablar con nadie ni
mirar a nadie, y ayudar a la limpieza no sonaba nada mal.
Al entrar al gran salón de libros notó que
estaba desolado, aparte del señor Pavel no había nadie más, los estudiantes
jamás asistían a la biblioteca, tal vez cuando los profesores los obligaban a
hacer alguna tarea pero nunca por simple entretención, como Nastia solía
hacerlo.
-Hola Anastasia. ¿En busca de otro libro? –El
anciano Pavel sentía gran empatía por la chica, a pesar de que casi nunca
cruzaban una sola palabra.
-Estoy buscando a la consejera Tamara. –Tragó
con dificultad.
-¡Oh claro! Está en el piso de arriba,
sección juvenil.
-Gracias.
-Un gusto verte. –Pavel sonrió.
Nastia le dedico una rápida y vergonzosa
sonrisa antes de dirigirse al fondo de biblioteca.
Subió las escaleras y no lograba encontrar a
la consejera Tamara, se acercó más para comprobar que en la sección juvenil
estaba desocupada. Pero al asomarse por una esquina de la estantería principal,
vio a un chico apoyado con un libro en sus manos, muy concentrado. Lo observó
por unos segundos, estaba tenso y preocupado mientras leía. Era alto y delgado,
su cabello lo tenía largo y alborotado, le recordaba al protagonista de la
película "Prom" que había visto hace unos días.
-¿Qué quieres? –El chico hablo con un tono
desdeñoso.
Nastia se limitó a bajar su mirada y giró
rápidamente para volver a la oficina estudiantil y esperar a la consejera fuera
de su oficina.
Caminó tan deprisa que no se percató cuando
dejó caer su mp3 antiguo. A veces debía golpearlo para que encendiera, pero por
más que se enojaba con aquel aparato no quería deshacerse de él. Era el único
recuerdo que le quedaba de su padre, y lo mantenía fuera de la vista de su
madre, ya que si lo encontraba terminaría con el mismo destino de las
fotografías y las demás cosas del señor Petrov, en el fuego.
-¿Anastasia?
La voz provino detrás de ella. Era Tamara.
-¿Estas bien? –notó las manos sudorosas de
Nastia.
-La...la estaba... buscando. –balbuceó.
-Claro, pedí que vinieras. Necesitamos
conversar.
Señalo unos asientos cerca de ellas. Nastia
la siguió y ambas se sentaron.
-¿Cómo has estado? ¿Todo bien en casa?
La chica permanecía en silencio sin intención
de responder a ninguna de sus preguntas. Tamara era una mujer noble y de buen
corazón que el destino había castigado sin poder conceder hijos. Eso la hacía
querer a cualquier niño o adolescente que se sintiera excluido o en problemas.
-Tú madre no ha venido a ninguna de las
juntas de padres y apoderados, no sé si las invitaciones le han llegado o es
otro el problema de su inasistencia. –Continuó hablando- Quisiera hablar con
ella pero es difícil ubicarla ¿Puedo visitarlas en casa esta semana?
Nastia movió la cabeza en negación.
-¿Qué sucede? ¿Por qué no puedo ir?
-Ella está de vacaciones. –masculló.
-¿Vacaciones? ¿Sin ti? ¿Estás sola en casa?
Eran muchas preguntas para Nastia, así que
solo asintió en respuesta de la última pregunta.
-¡Oh dios mío! No puedes estar sola, es
peligroso. Tendré que hablarlo con el director.
-No por favor. No. –soltó en sollozos.
-¿Por qué no? Debes confiar en mí Anastasia.
-una sonrisa afable se marcó en el rostro de la mujer de melena.
-Yo...prefiero así.
-¿Estar sola?
Asintió.
Tal vez era peligroso estar sola en casa y
por las noches el miedo se apoderaba de ella, pero era mejor así, era mejor
estar sola que con su madre o mejor dicho con Anton.
-Está bien. Te dejaré mi tarjeta, cualquier
cosa no dudes en llamar, a cualquier hora estaré disponible.
El móvil de Nastia comenzó a vibrar, no quiso
mirar la pantalla junto a Tamara, porque sabía de qué se trataba el mensaje,
otro desafío.
-Me...me tengo que ir.
Número desconocido:
"Nastia, tu segundo desafío ha llegado, debes escribir el nombre de la persona que más odias en un papel, tomar una fotografía y luego enviarla a tu curador. Suerte y recuerda las reglas."
"Nastia, tu segundo desafío ha llegado, debes escribir el nombre de la persona que más odias en un papel, tomar una fotografía y luego enviarla a tu curador. Suerte y recuerda las reglas."
Sabía perfectamente quien era la principal
persona que encabezaba en su lista negra. Anton.
Entró al baño de mujeres y refrescó sus manos
y cara con agua fría. La conversación con la consejera la había hecho sudar de
manera incontrolable.
Se estremeció cuando la puerta se abrió de un
golpe, era Inna. Sacó un labial rojo de su cartera y lo paso por sus gruesos
labios.
Nastia secó sus manos y se propuso caminar
hacia la salida. Pero Inna se velozmente se detuvo en frente obstaculizando el
paso.
-¿Para dónde vas tan rápido bicho raro? –una
sonrisa malvada se dibujó en su rostro. -¿No crees que es horrible esa falda? Y
esa camiseta por dios, eres repúgnate. Deja que te ayude querida.
Y sin ni siquiera un pequeño cargo de
conciencia, Inna rasgo las mangas de la camiseta amarilla y gran parte de la
falda. Nastia intentó esquivarla para salir del baño, pero la chica rubia la
empujó con tanta fuerza que provocó que Nastia cayera de golpe al gélido suelo,
golpeándose fuertemente su cabeza con la pared y con gran parte de su ropa
empapada.
-¡Ups! Ten más cuidado zorr*ta.
Inna tomó su cartera y sonriendo victoriosa
salió del baño, dejando a Nastia tendida en el suelo llorando y herida.
La ira se apoderó de Nastia, odiaba su vida,
odiaba la secundaria y odiaba a Inna. Esas últimas palabras hicieron hervir su
sangre y una sed de venganza. Abrió su mochila, rasgo un papel de su cuaderno y
una lapicera azul, con dolor en su muñeca izquierda escribió el nombre de "Inna Smirnov",
capturo una fotografía e ingresó a facebook buscando en su chat de messenger Bev130.
Nastia Petrov:
Segundo desafío cumplido.
Segundo desafío cumplido.
Luego de enviar aquel mensaje a su curador,
se levantó e intento arreglar su mojado y desarmado cabello, por suerte traía
en su mochila un sweater que podría cubrir la camiseta rasgada.
Secó sus lágrimas y se dispuso ir a casa sin
importar las clases que faltaban, no quería que la vieran con una falda en
pedazos.
Al salir de la secundaria un auto gris estaba
aparcado en el "sector
popular", reconoció de inmediato el costoso automóvil que casi acabo
con su vida el día anterior, no le extrañaba para nada que aquel tipo engreído
estudiara en la secundaria más cruel e inestable de todas.
Su móvil vibró.
Bev130:
¿Inna? ¿Es tu persona más odiada? No debería decir esto, pero lo comprendo, es una cabeza hueca.
¿Inna? ¿Es tu persona más odiada? No debería decir esto, pero lo comprendo, es una cabeza hueca.
Nastia quedó con una expresión obnubilada,
Bev130 conocía a Inna y solo había una explicación para eso. Aquella persona
estudiaba en la misma secundaria que ella.
Nastia:
¿Conoces a Inna? ¿Eso quiere decir que estudias en la secundaria Samara State?
¿Conoces a Inna? ¿Eso quiere decir que estudias en la secundaria Samara State?
El mensaje receptor no tardó en responder.
Bev130:
Una de mis reglas es no hablar de mi vida privada. Lo siento Anastasia.
Una de mis reglas es no hablar de mi vida privada. Lo siento Anastasia.
Leer su verdadero nombre la hizo
estremecerse, esa persona sabía todo sobre ella, pero ella no sabía nada sobre
la otra persona detrás de la pantalla.
Nastia:
Es injusto, tú sabes mucho de mí y yo nada de ti. ¿Tampoco puedes decirme que sexo eres?
Es injusto, tú sabes mucho de mí y yo nada de ti. ¿Tampoco puedes decirme que sexo eres?
Bev130:
Masculino. No diré más, hasta mañana.
Masculino. No diré más, hasta mañana.
Una extraña sensación de nostalgia se
posicionó en Nastia, le gustaba hablar con aquella persona, le gustaba el
misterio, le gustaba ese juego, sin saber a lo que se estaba enfrentando
realmente.
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